1. Elige una escala modal
o modo (dórico, frigio, lidio o mixolidio). Piensa que cada uno tiene su
carácter, su temperamento, una influencia sobre el ánimo de quienes los ecuchan. Adam de Fulda (s. XV) resume la influencia sobre el ser humano de los ocho modos
eclesiásticos:
El primero es para todos;
Pero el segundo es propio de los tristes;
El tercero es airado;
El cuarto resalta por su blandura;
El quinto produce alegría;
El sexto es para los de piedad probada;
El séptimo es propio de los jóvenes;
Pero el octavo es el de los sabios.
Existe
una curiosa anécdota sobre Pitágoras que cuenta que evitó que un joven, en un arranque de celos, prendiera fuego a su prometida y a su amante. ¿Cómo? Tocando una
melodía en un modo que apaciguó su espíritu. Estos son los modos (fíjate en las letras F de "finalis" y T de "tonalis").
2. Escribirá dos cantos, uno sobre cada texto:
a) “Agnus Dei qui tollis peccata mundi miserere nobis" (Cordero de Dios que quitas los pecados del mundo). Se separa así: Ag-nus De-i qui to-llis pe-cca-ta mun-di mi-se-re-re no-bis.
b) "Aleluya" o "Kyrie".
3. Para los dos textos: utiliza sólo las seis primeras notas del modo, ya que su ámbito melódico es pequeño.
4. Para los dos textos: confecciona una
melodía plana (haz un canto llano) sin
grandes saltos interválicos (por grados conjuntos). Su perfil melódico será como
una ola.
5. Emplea la primera nota
del modo elegido como primera y última nota del canto.
6. Haz un canto silábico (cada sílaba una nota) para el primer texto, el del Agnus Dei,
y uno melismático (cada sílaba, muchas notas) para el segundo, el Aleluya.
7. Si quieres, emplea la quinta nota del modo para la sílaba "di" del primer texto.
Una melodía es como una excursión. Se sale y se vuelve a casa, la tónica (en este caso Finalis), y se
va a la fuente (Tonalis), la quinta nota o dominante.
7. Utiliza notación
cuadrada.
8. Sé anónimo, no escribas
tu nombre en la partitura. No eres tú el compositor. Dios mismo te dicta al
oído a través de una paloma, el Espíritu Santo, el canto de los textos
sagrados. “Quien canta, ora dos veces” (San Agustín dixit).