Es sorprendente el número de coincidencias biográficas que existen entre los compositores Wolfgang Amadeus Mozart y Juan Crisóstomo de Arriaga. Los datos de su nacimiento y su muerte lo demuestran: ambos nacen el mismo día, el 27 de enero (de 1756 el músico salzburgués y de 1806 el bibaíno); uno y otro mueren jóvenes y enfermos (a los 35 y de fiebre reumática Mozart, a los 19 y de tuberculosis Arriaga) y a los dos, junto a otros que no podían pagar otro entierro, fueron a parar a una fosa común (de Viena y de París respectivamente). Por suerte no sólo coinciden los elementos trágicos de sus vidas, sino también los relacionados con la música. Debido a que los dos fueron niños prodigio es por lo que a Arriaga se le conoce como el “Mozart español”. A la temprana edad de once años Juan Crisóstomo compuso un octeto al que su profesor de música tituló Nada y Mucho porque entendía que no contenía nada de música pero, dado que el compositor era todavía un niño, contenía mucho de posibilidades para el futuro. Exactamente a la misma edad, Mozart componía La ingenua fingida, una ópera que había sido encargada por el mismísimo emperador José II de Austria. La precocidad de estos dos geniales músicos fue debida a que su formación la recibieron de sus padres, ya que el de Mozart, Leopoldo, llegó incluso a redactar un tratado de pedagogía de la técnica del violín, al tiempo que el de Arriaga era el organista de la iglesia parroquial de Berriatúa. Al margen de todo ello, sería justo mantener viva la comparación de este gran compositor español con Mozart por dos razones: el estilo clásico de su música (aunque hay quien la sitúa más allá) y la elevada calidad del legado conservado, a la altura del genial “Arriaga austríaco”. Una última coincidencia: los dos primeros nombres de Mozart son Juan Crisóstomo.